El Poder del Amor Maternal

Cuando era niña tuve la oportunidad de leer en un libro la historia “Epopeya de una Gitana”, donde se narraba la pelea a muerte de una madre contra un perro, por una vasija de agua para su hijo enfermo. En mi mente de niña fue un impacto grande, porque conocía el amor de madre desde el punto de vista de una hija, y solo comprendía una pequeña parte de ese todo; algo así como pararte a la orilla de una playa y tratar de calcular la medida del océano. Imposible. Aún así para mi sorpresa, dieciocho años más tarde, observando los ojitos de mi hijo recién nacido, que se acomodaba en mis brazos, aún con su carita enrojecida e hinchada por el alumbramiento, pude entender lo que significaba el amor de madre, como algo grande e inmenso, imposible de medirse. Mirando la pequeña carita de esa persona tan diminuta y frágil, que había estado por meses dentro de mí, fue que se despertó en mí (ó tal vez ya había despertado, pero en ese momento me di cuenta) el sentimiento del amor maternal. Y sin palabras le prometí a mi hijo, una y otra vez, que haría todo lo que estaba a mi alcance por él, y aún más; que dedicaría mi vida entera a lograr, a conseguir, a conquistar, para él; que, asi como aquella gitana de la historia, lucharía a muerte por su bienestar.

Motor y motivo

Mi hijo ha sido siempre mi motivación; vivo y respiro para él; me levanto de mañana y regreso a casa despues de un dia duro de trabajo, para él. Él es el combustible que da fuerza a una maquinaria gigantesca, llena de engranes, pistones y muelles de acero, que se mueven haciendo ruidos ensordecedores y que yo llamo corazón. Los mejores años de mi vida, no han sido descansando en la playa, viendo el amanecer; ó viendo series de televisión con una cerveza en la mano, sino trabajando duro, sintiendo el sudor correr por mi espalda, pero sabiendo que mi hijo va a tener algo que anhelaba para navidad.

Amor fuerte...

Hoy, mi hijo, a sus diecinueve años, no tiene el más mínimo parecido con la criaturita que sostuve en la maternidad, pero el amor sigue fuerte y latente, y las promesas siguen vivas. Valió la pena el esfuerzo y el sudor derramado. Pero el camino no ha terminado ni la lucha ha cesado, por el contrario, ahora que entiendo el poder del amor de una madre, vuelvo a mirar a mi hijo a los ojos y me reto a mi misma a seguir esforzándome por él. ¿Qué amor tan grande,
como el amor de una madre? Es incalculable, es avasallador, es total, es incondicional; lo único que puedo pensar que de seguro lo supera, es el amor de Dios.
Desde el fondo de mi corazón, un abrazo y una felicitación, a todas esas mujeres valientes que ponen el título “madre” tan alto y extenso como los cielos mismos. No se rindan, sobrepasen los obstáculos, sigan avanzando hacia su meta, yo estoy segura de que pueden, porque ese amor que llevan dentro, las impulsa y no las va a dejar quedarse en medio del camino.

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Miriam Landin

Líder empresarial, autora, CEO de Greatness Management Group. Te ayudo a sacar tu mejor versión, a aumentar tu conocimiento y habilidades de liderazgo para que consigas tus objetivos.

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