“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” Génesis 2:18
Desde el principio del tiempo, en la creación el hombre necesitó ayuda perfecta. Su señorío “sobre los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” sería un reto monumental, así que, siendo Dios toda sabiduría, creó a la mujer, un ser hermoso, sacado de la costilla del primer hombre. Ella no fue creada de burdo barro, como su pareja, ¡claro que no, eso sería impensable!; sino de la hermosa biología del hombre, por lo tanto, su belleza y delicadeza fueron hechas de manera sublime. A través de toda la historia, nunca hubo otro ser vivo más perfecto que la mujer… pero también más incomprendido y menospreciado. Ha sido rebajada a sirvienta, a objeto sexual, a decoración; basándose en versículos tan incomprendidos como ella.
No obstante, siempre será tema de debate, la mujer es muy capaz de logros y éxito inimaginable, ¡no tiene límites! Ellas nacen con el sexo femenino, pero se desarrollan en la sociedad, estudian, trabajan, cuidan, crían, dan, se entregan así mismas; y a través de cada paso hacia su superación, se convierten en mujeres, ese ser perfecto que, desde el principio, Dios diseñó.
Muy en el fondo, nunca creí que mi historia personal, fuese quedar confinada a un hogar, cuidando niños, esperando a mi marido volver del trabajo; sino salir a luchar junto a él, mano a mano, dia tras dia, por alcanzar esas metas, esos sueños que, desde mi niñez, parecían golpear dentro de mi corazón, con el estruendo que se escucha despues del relámpago que sale en el oriente y llega hasta el occidente llenando los cielos. Aun en medio de las dificultades de la vida, en medio de la amargura de la derrota; de alguna manera mi corazón me gritaba en el rostro “sigue adelante”, “no te detengas” motivándome a golpear con más fuerza aquellas situaciones que me habían golpeado primero, y que me habían hecho tambalear o caer. Y esto aumentó de manera exponencial, al recibir el evangelio y aprender a depender, no de mis fuerzas que son limitadas, sino de Dios, todo lo puedo porque en Él está mi confianza ¿Quién puede lograr algo sin la ayuda del Todopoderoso?
Un día tomé la decisión de cambiar vidas, pero para esa misión monumental, tenía que comenzar conmigo misma, porque en ocasiones la vida no era como yo esperaba, tuve que aprender de mis errores, aprender a luchar y a ver la vida con otros ojos; aprendí a amarme a mí misma.
Hoy en día, el sinuoso camino de la vida se abre ante cada una de nosotras, grande, prometedor e inexorable, lleno de tesoros escondidos; la travesía está por comenzar y para esto solo se necesita dar el primer paso, firme y seguro; pero la estabilidad no depende de las circunstancias, o de nuestras debilidades, ni siquiera de nuestro nivel intelectual; depende de la fuerza con la que tus sueños hagan inercia sobre tus espaldas y te empujen a avanzar, dependen de la grandeza del deseo de alcanzar todo aquello que has anhelado y que debes alimentar cada día, cada hora, cada minuto de tu vida.
El haber alcanzado muchas de mis metas más duras y difíciles, me da la responsabilidad de ayudar a otras mujeres como yo, que apenas comienzan a soñar; o que tal vez tuvieron sueños y les fueron robados; que tenían el deseo de triunfar, pero lo perdieron en algun lugar donde el camino fue duro y difícil; es mi responsabilidad, darles la mano para ayudarlas a levantarse y decirles “sigue adelante”, “si se puede”, “si yo pude lograrlo, tú tambien”. Te animo a no rendirte porque sé que hay una nueva vida y tú eliges cómo vivir. Es mi responsabilidad y mi alegría decirte “vuelve a soñar”.